lunes, 10 de noviembre de 2008
¿Cuándo disfrutar de cada variedad de té?
Por supuesto que pueden tomarse a cualquier momento del día, según nos apetezca, pero aquí van algunas sugerencias:
Al levantarse: En general, a esta hora necesitamos un té que nos despierte. El ideal es el Assam, ya que es fuerte y tiene cuerpo, aunque si se prefiere algo más suave se puede probar con un Keemun.
- Keemun, Yunnan, Kintuck, Pinqsuey
- Darjeeling, Assam, Nilgiris, Dooars, Arunachal Pradesh, Terai
- Ceilán Orange Pekoe
- English Breakfast, Irish Breakfast, German Breakfast
Durante la mañana: En este momento del día cualquier té es bueno; no hemos de preocuparnos de que la teína nos quite el sueño, y también podemos relajarnos con algo más suave como un té blanco o verde.
- Darjeeling Oolong, India Nilgiris, Souchong, Darjeeling
- Verde chino grado Lung Ching Superior, Ti Kuan Yin Gao o Er
Por la tarde: Si se es muy sensible al efecto de la teína, lo mejor es un té verde o un té blanco. El té oolong tiene también efectos relajantes.
- Chino Pi lo Chun, Guan Yin, Peach Blossom, White Bud
- Indio White Darjeeling
Cómo conservar el té
El té es un producto vivo, orgánico, y como tal, delicado. Si a ello le añadimos que su disfrute es un sutil placer de los sentidos, tanto más motivo para procurar conservarlo con todas sus cualidades organolépticas y más particularmente de aroma y sabor.
El té ha de almacenarse en un lugar fresco, seco y oscuro, preferentemente en una lata o bote opaco y hermético.
Debería consumirse durante el primer año, ya que puede perder cualidades una vez pasado este periodo de tiempo. Si además la forma de conservación no ha sido correcta, puede estropearse mucho antes.
Es recomendable mantener el té lejos de olores fuertes ya que, al ser un material poroso y en estado seco, absorbe olores fácilmente. Ése es el principio de los tés aromatizados: gracias a su capacidad de absorción podemos añadirle aromas de otros productos, como frutas o flores. Sin embargo, todo olor indeseado puede estropear el placer de una taza de té... o de muchas. Por eso es recomendable que el recipiente de conservación sea hermético: no sólo impedirá que el aroma del té se pierda sino que también servirá de barrera para agentes externos como humedad u olores.
El té verde es el más delicado. Aunque se almacene correctamente, sus cualidades sólo permanecerán inalteradas durante semanas y no meses. Para alargar lo más posible su plena riqueza y frescura lo mejor es conservarlo en la nevera o incluso el congelador, siempre teniendo mucho cuidado de que el recipiente en el que se conserve sea absolutamente hermético.
El té ha de almacenarse en un lugar fresco, seco y oscuro, preferentemente en una lata o bote opaco y hermético.
Debería consumirse durante el primer año, ya que puede perder cualidades una vez pasado este periodo de tiempo. Si además la forma de conservación no ha sido correcta, puede estropearse mucho antes.
Es recomendable mantener el té lejos de olores fuertes ya que, al ser un material poroso y en estado seco, absorbe olores fácilmente. Ése es el principio de los tés aromatizados: gracias a su capacidad de absorción podemos añadirle aromas de otros productos, como frutas o flores. Sin embargo, todo olor indeseado puede estropear el placer de una taza de té... o de muchas. Por eso es recomendable que el recipiente de conservación sea hermético: no sólo impedirá que el aroma del té se pierda sino que también servirá de barrera para agentes externos como humedad u olores.
El té verde es el más delicado. Aunque se almacene correctamente, sus cualidades sólo permanecerán inalteradas durante semanas y no meses. Para alargar lo más posible su plena riqueza y frescura lo mejor es conservarlo en la nevera o incluso el congelador, siempre teniendo mucho cuidado de que el recipiente en el que se conserve sea absolutamente hermético.
El nombre del té
La palabra castellana té proviene del término t’e (pronunciado "tai") perteneciente al dialecto chino amoy.
La palabra pasó a Europa como resultado de los primeros contactos entre los comerciantes holandeses y los barcos chinos del puerto de Amoy, en la provincia china de Fujian. Dichos comerciantes adoptaron la palabra en la forma holandesa thee, que los alemanes transformaron en Tee, los españoles en té, los italianos en tè, los daneses, noruegos y suecos en te (igual que los malayos), los húngaros e ingleses en tea, los franceses en thé, los finlandeses en tee y los lituanos en teja. Fuera de Europa, la palabra tampoco perdió su raíz original, convirtiéndose en ta en coreano, tey en tamil y thay en cingalés. El lenguaje científico mantuvo el término thea.
Café o té: ¿Cuál tiene más cafeína?
Tanto el té como el café se caracterizan por ser bebidas que contienen sustancias excitantes para el sistema nervioso central. Si bien algunos prefieren decirle teína o cafeína, la sustancia en sí es la misma, también presente en otros elementos como la yerba mate. De todos modos, el té contiene menos alcaloides que el café.
El café, como así también el té contienen sustancias activas excitantes para el sistema nervioso central. Se le llama cafeína cuando se trata de café y teína cuando hay que hacer referencia al té. Pero, al fin y al cabo, la sustancia es la misma en ambas bebidas. Aunque no la concentración.
Aunque una hoja de té contiene más teína que una igual proporción de café, lo cierto es que para preparar un té hace falta menos cantidad, razón por la cual tiene entre la mitad y la tercera parte de sustancias activas excitantes que una taza de café.
A su vez, el proceso de fermentación del té hace que aumente su contenido de teína, llegando a un máximo que luego desciende si hay una posterior fermentación adicional. Es por esto que el té verde tiene una escasa concentración de teína.
Hablando de números puntuales, una taza de café posee entre 60 y 120 miligramos de cafeína, mientras que un té negro entre 25 y 100 miligramos. Ya hablando del té verde, los números descienden a 10 o 15 miligramos por taza. Podría decirse entonces que esta variedad de té posee hasta ocho veces menos teína que una taza de café.
El café, como así también el té contienen sustancias activas excitantes para el sistema nervioso central. Se le llama cafeína cuando se trata de café y teína cuando hay que hacer referencia al té. Pero, al fin y al cabo, la sustancia es la misma en ambas bebidas. Aunque no la concentración.
Aunque una hoja de té contiene más teína que una igual proporción de café, lo cierto es que para preparar un té hace falta menos cantidad, razón por la cual tiene entre la mitad y la tercera parte de sustancias activas excitantes que una taza de café.
A su vez, el proceso de fermentación del té hace que aumente su contenido de teína, llegando a un máximo que luego desciende si hay una posterior fermentación adicional. Es por esto que el té verde tiene una escasa concentración de teína.
Hablando de números puntuales, una taza de café posee entre 60 y 120 miligramos de cafeína, mientras que un té negro entre 25 y 100 miligramos. Ya hablando del té verde, los números descienden a 10 o 15 miligramos por taza. Podría decirse entonces que esta variedad de té posee hasta ocho veces menos teína que una taza de café.
Invención de la tetera: quien inventó la antigua tetera
La tetera es un artefacto cuyo origen se remonta a China y que data del siglo XIV. En un comienzo se elaboraban de bronce y otros metales y derivaron de algunos cuencos, que se empleaban para otras bebidas. Pero luego, fueron evolucionando hasta que, actualmente, alcanzan una variedad inmensa, con tipos muy sofisticados y clases para todos los gustos.
Aunque es probable que existan teteras con mayor antigüedad, la primera data del año 1513 y está atribuida a Gongchun. Se encuentra actualmente en el Flagstaff House Museum of Teaware.
Se cree que el origen de la tetera está íntimamente ligado a otras bebidas. Incluso se supone que imitó a otros cuencos que contenían bebidas como el vino. Pero primero fueron de bronce y otros metales, hasta que comenzaron a construirlas con porcelana, la manera más difundida en la actualidad. Así es como se convirtieron en todo un ícono de la cultura china y luego llegaron al resto del mundo.
Justamente, fue en el siglo XVII cuando llegaron a Europa, como parte de un paquete que incluía especies exóticas y también algunos artículos de lujo. Así fue como comenzaron a tener difusión entre las clases pudientes de la Europa de aquellos tiempos, siendo parte de la vida, solamente de gente con alto poder adquisitivo, ya que la porcelana no se construía en dicho continente.
Años después, más precisamente en 1765, llegó el momento clave de las teteras de porcelana. Fue de la mano de William Cookworthy, quien se dio cuenta que la construcción de porcelana podía ser genial para el futuro de los accesorios del té. Así es como, inspirándose en las porcelanas chinas y sus diseños, comenzó a elaborar teteras. El resto es historia conocida: ahora mismo, un buen té no puede ser separado jamás de su correspondiente tetera. Pero para eso hubo que recorrer mucho camino.
Los principios activos del té
Los componentes más conocidos del té, y los más apreciados por su efecto, son sin duda las bases xánticas, la principal de ellas es la teína o cafeína.
Las sales minerales en el té son de sodio, potasio, y níquel. También contiene cobre y hierro, silicio, aluminio, magnesio, fósforo y calcio, aunque algunas de ellas pierden su solubilidad con el envejecimiento de las hojas.
Otro de los contenidos importantes del té es el flúor, conocido protector de los dientes. El aceite esencial destilado del té es de color amarillo y posee un fuerte olor, que es la causa de los aromas del té. Contiene el té taninos catéquicos y derivados polifenólicos, como los flavonoides kenferol, quercetol y miricetol.
Los componentes más conocidos del té, y los más apreciados por su efecto, son sin duda las bases xánticas, la principal de ellas es la teína o cafeína, pues se trata del mismo alcaloide, también contiene teofilina y teobromina. La presencia de vitaminas en el té es mínima pero constituyen un enriquecimiento de la bebida al contener vitaminas del tipo A, B, C, E y P.
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